miércoles, 1 de septiembre de 2010

CUANDO EL DIARIO VIVIR ES UN DESAFIO


Cuando el diario vivir es un desafío
"La valentía no es la ausencia del miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar del miedo".
"La edad causa la degeneración de las células, la vejez el deterioro del espíritu"
A menudo tenemos la oportunidad de toparnos con personas cuya actitud ante la vida nos deja poco menos que boquiabiertos. Son ellos pequeños héroes, algunos personajes famosos, fácilmente reconocidos y otros completamente ajenos al ojo público, pero que no por eso dejan de ser vidas notables, importantes de reconocer.
Francisco Ayala, es un escritor español, que nació en Granada al comienzo del siglo XX, autor de varios libros, entre ellos "El jardín de las delicias", "Recuerdos y olvidos" "Historia de la Libertad" , "Cervantes y Quevedo" y otros más. El 16 de Marzo pasado, el longevo, pero todavía activo escritor celebró con toda pompa sus 103 años. En un homenaje que se le rindió en Madrid con ese motivo el escritor declaró: "Le doy gracias al mundo por haberme consentido "seguir adelante" y cumplir durante todos estos años lo que creía que era mi obligación de hombre y de ciudadano".
Ayala, acompañado de su esposa, la hispanista norteamericana Carolyn Richmond, de quien dijo que "ella es mi vida; si ella desaparece, desaparezco yo", se mostró tranquilo durante la ceremonia, e hizo gala de su buen humor y su modestia habitual. Afirmó que una buena receta para vivir bien es tomar las cosas como vengan, y procurar adaptarse a los avances, porque la gente se niega a ellos y se separa del mundo. "Yo quiero estar en el mundo en el que los demás están hoy día, no en el que estuvieron hace 30 o 50 años".
Bravo, bravísimo para este autor, que me hizo recordar una nota que leí hace poco sobre la diferencia entre un hombre mayor y uno viejo: "El mayor pone la vista en el horizonte donde el sol ilumina sus esperanzas, el viejo siente que tiene cataratas que miran las sombras del ayer".
Mi amiga Clarita es otro caso maravilloso que deseo compartir con ustedes. Nos conocimos al finalizar la primaria, cuando estudiábamos internas en Bogotá en un colegio dirigido por religiosas españolas, las Teresianas. Coincidimos en la misma clase de la que ella era repitente, y desarrollamos una amistad entrañable, que hemos sabido conservar hasta el presente. Clarita pertenecía a una familia de muchos "pergaminos" de Popayán, de la cual ella era considerada como la "oveja negra"..., nunca entendí por qué. Era además, casi ciega de nacimiento, y en la actualidad sólo le resta un cinco por ciento de visión. Debido a su impedimento nos permitían estudiar en un salón aparte de las demás alumnas, con el fin de que yo pudiera leerle en voz alta y ayudarle así con las distintas asignaturas. Clarita jamás lo olvida y a menudo me lo agradece, y aunque no me gusta pecar de falsa modestia, a veces su excesivo reconocimiento me hace sentir incómoda, pero lo acepto con humildad, como una muestra de su genuino e inagotable cariño, el mismo que yo siento por ella.
Tampoco yo olvido mi infancia y el comienzo de esa adolescencia salpicada de vivencias, algunas muy tristes y otras felices, en donde el rostro de mi amiga, con sus anteojos increíblemente gruesos y su actitud revoltosa y alegre conservan un lugar preponderante en mi memoria. Clarita, obviamente, conocedora de que las monjas le permitían saltarse ciertas reglas que sólo aplicaban para las demás, hacía de cuando en cuando uso de sus privilegios. Por lo general, encabezaba nuestros ocasionales "desórdenes", tenía un repertorio de chistes, asombrosamente subidos de tono para nuestras edades y para esos tiempos, que acompañaba con mímica, y nos hacía llorar de la risa a las demás, sin que supiéramos con exactitud si era sólo por el cuento que acababa de contar o por las tremendas carcajadas con que ella misma lo celebraba.
Ser invidente no le impidió a mi amiga Clarita vivir una vida plena, de la que todavía disfruta, aunque lógicamente, cada vez con mayores limitaciones. Aprendió Braille y a manejar una computadora. Se enamoró con pasión varias veces y fue de cierta manera correspondida: tuvo un novio oficial por muchos años, al que se dio el lujo de "abandonar" encaprichada como estaba por correr detrás de un imposible. Recientemente tuvo una breve relación, amiga-amante, arrebatada (como todo lo de ella), con otro ciego, a quien conoció en los cursos de entrenamiento.
Y cuando hablo de vida plena, no me refiero sólo a sus amores tormentosos, también la de Clarita, ha sido una vida puesta al servicio de los demás. Apoyó la educación del hijo de su doméstica, con quienes vive en la actualidad y a quienes prácticamente "adoptó" como su familia, después de que murió su padre (su madre ya había muerto hacía muchísimos años). El chico en Junio se graduará de Hotelería y Turismo, de lo que Clarita y la madre de él sienten como su propia obra.
El 23 de Marzo fue su cumpleaños y como todos los años la llamé para felicitarla. Me contestó encantada y como de costumbre agradecida y me contó que ahora toma clases de guitarra para llenar sus horas. Queridos amigos, me sentí conmovida y más humilde que nunca. Gracias, Clarita, amiga, por el tesoro invaluable de tu amistad y de tu ejemplo. Gracias por hacer de la vida un desafío diario, que ahora enfrentas con el rasgar de una guitarra y tus inolvidables y asombrosas carcajadas.

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